sábado, 1 de diciembre de 2012

Action Comics, de Grant Morrison y Rag Morales

Action Comics, de Grant Morrison y Rag Morales



El descomunal Grant Morrison sigue reescribiendo a los grandes superhéroes. Esta vez, es el turno del mito fundador del cómic moderno. / Por Juan Manuel Domínguez
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“A New York Times Best Seller!” ¿Michael Chabon? ¿Dave Eggers? ¿Kevin Smith, al menos? No, el best-seller del NYT es la edición de los nuevos números de Action Comics (que en la Argentina fueron editados por ECC ¡en los kioskos!), título que vio nacer a Superman en 1938. La movida maestra de DC Comics reside en traer de DT (bueno, de guionista) a Grant Morrison, mezcla de Ziggy Stardust y Sheldon Cooper con séquito y status de rockstar, a reescribir al héroe en eso de andar con los calzones por fuera del pantalón. Morrison básico: el escocés, desde los ochenta hasta hoy, ha sabido descifrar qué hace icónico a un supertipo (de hecho, hasta podría hablarse del primer súper antropólogo), y distribuye ese conocimiento específico a voluntad. A veces lo hace esquemas Escher, otras mapas del tesoro tan Goonies como lunáticos, otras cubos mágicos que solo él y sus caprichos con tonito mutan en sentido, y, las menos, directamente paco, pasta base. Y su experimento más reciente pertenece al último grupo. Adictivo, de caño prendido fuego, estamos frente a un superhéroe de la clase, bueno, no obrera, pero si “indignada”. En jeans, remera, a la Bruce Springsteen en los ochenta (aunque con carisma Channing Tatum), este Superman arranca su primer número con un intendente colgando de una cornisa. Y no precisamente listo para ayudarlo. Ok, sí: Bad-ass con conciencia política.
En Supergods, su ensayo sobre el género, Morrison demuestra que lee cómics como nadie: sabe transmitir, de entrada, la ausencia de certeza frente a aquel primer número. ¿Qué podía esperarse de un tipo vestido con los colores de la bandera reventando un auto contra una roca en 1938? Esa sabiduría aparece en su relectura: el escocés intenta que Action Comics sea, precisamente, acción. Intenta dotar a cada viñeta de una mezcla de inocencia pero –aquí la kryptonita– sabiendo que lejos de aquel 1938 hoy los cómics son, antes que nada, un lujo para treintañeros. Ahí está la distorsión de una real reescritura, y es quizá lo que hace que su épica a veces se sienta ñoña, cansina, caprichosa. Pero aun así, distinta. Es más, la torpeza de Rag Morales, dibujante de los primeros números, permite en su falta de definición que Superman pierda entidad para luego ir ganándola de a poco. Action Comics es la oportunidad no tanto de otro “Formateo de Superman” (ya están el de John Byrnes, el de Mark Waid y el de Geoff Johns) sino de apreciar en castellano, a centímetros de la Gente y de revistas como la nuestra, la forma en que quizás el mejor lector de cómics del nuevo milenio reinterpreta al mito fundador de una industria que hoy no quiere desaparecer.
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Grant Morrison y Rag MoralesAction Comics #1, #2 y #3(

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