lunes, 26 de noviembre de 2012

pulp ultrabrit

Pulp en Buenos Aires – La fiesta interminable en el Luna Park


Algunos sueños llegan cuando uno no está preparado para cumplirlos.
Todos los que fuimos a ver a Pulp llevábamos años de espera por este concierto y en la previa había un clima de fiesta interminable que presagiaba que esa noche no iba a ser una noche más y que iba a ser un show imperdible.
La primera impresión que nos llevamos tatuadas en nuestras retinas fue la serie de frases en español que alentaban a la excitación, la ansiedad y la histeria colectiva con lásers verdes proyectando una especie de conversación en donde se nos preguntaba si estábamos listos, nos pedía que hagamos ruido y nos recordaba lo emocionante que era lo que vendría en segundos nada más.
Y de repente, sucede. Empiezan a aparecer las letras de neón una atrás de la otra. 4 segundos, 4 letras, una banda.
PULP en mayúscula. Brillan las letras tan rosas y tan celestes sobre como la diferenciación entre His ´n Hers, mientras el resto del mundo deja de existir por casi dos horas.
Ya no hay vuelta atrás. Gritos, manos en el aire, cámaras y celulares relampagueando como en una tormenta de gente luchando por retener un documento visual de una noche tan esperada y perfecta.
Salen Candida Doyle, Mark Webber, Steve Mackey, Nick Banks y Leo Abrahms tomando las posiciones en las cuales nos van a hacer delirar por más tiempo que el que cualquiera de nosotros hubiera esperado.
Y también aparece Jarvis con un impecable traje clarito, sus lentes de profesor de universidad estatal y su presencia escénica arrolladora que desata varios centenares de saltos y gritos cuando rompe el silencio para abrir con Do You Remember The First Time? en una versión que muchos de nosotros no nos vamos a olvidar jamás.
Jarvis Cocker es inmune al paso de los años y queda clarísimo cuando se mueve, se refriega por el piso, salta, se menea y se contorsiona como en sus años mozos de reinado britpop. Sobra sexualidad en la mayoría de los temas y las chicas totalmente extasiadas, nos rendimos ante su camisa beige empapada en sudor que fue testigo de una noche de espasmos continuos, gemidos, susurros y contorsiones pélvicas.
No quedan dudas que Jarvis es más que un frontman. Es un animal escénico que interpreta versiones casi teatrales, totalmente compenetrado dejando todo en el estadio. Definitivamente en el Luna Park encuentra un escenario que le queda cómodo porque no para de saltar, de revolcarse y de correr a su antojo para lograr que cada canción tenga su clímax. Incluso las que toca solo con su guitarra.
El setlist es impecable y cada tema es venerado, aplaudido, bailado y saltado hasta el cansancio.
Suenan todos los hits que queremos escuchar: Common People, Disco 2000 Razzmatazz, Babies y aunque todos tengamos nuestros preferidos o algún tema haya quedado afuera, la lista fue diseñada para que todos nos volvamos contentos a nuestras casas.
Entre las canciones aparecen varias sorpresas y la banda se despacha con temas que hace mucho que no tocaban en vivo así que nos dimos el lujo de escuchar Sorted Out With E´s and Whizz, Mile End, Like A Friend y Underwear.
En vez del típico setlist, esta vez hay varios machetes pegados en el piso en donde Jarvis lee frases en español y así comienza una suerte de ritual que usa para presentar los temas. De esta manera, Common People pasa a ser “gente corriente” y Jarvis nos despliega una faceta cómica haciendo un mini stand up improvisado tirando cosas como “chiche bombón”, “la verdad de la milanesa”, “pipi cucu”, entre otras. Tal vez sea para demostrarnos que el también es gente común y que si viene a Buenos Aires, habla como piensa que hablaríamos nosotros (según el libro de lunfardo que mostró que le regalaron).
Luego del doblete de bises, el show salda todas las deudas y más. Jarvis se convierte en un semidios por momentos y cuando todos gritamos su nombre, él nos recuerda que no está solo. Que hay una banda detrás. Es que resulta imposible no fijar la mirada en nuestro esbelto y elegante frontman, ejerce un magnetismo que hace que todo se concentre en sus movimientos, en sus manos, en sus piernas largas dan incontables patadas y saltos en el aire, en sus miradas y su excentricidad.
No hubo rodetes que alcancen para refrescar un poco el cuello, no hubo cantidad de agua posible que apague tanto fuego y tantas gargantas que hoy deben estar con la voz tomada.
Todos coreamos y transpiramos a más no poder durante casi 120 minutos de party hard y así se fue Pulp, haciéndonos vivir una fiesta intensa a todos los que ya sabemos que ningún recital vale la pena si noterminamos empapados, desaliñados y con ardor en los ojos por alguna gota de sudor que equivocó su destino.
Y de repente, sucede. El saludo y los agradecimientos finales.
Empiezan a apagarse las letras una atrás de la otra. 4 segundos, 4 letras, una banda.

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